miércoles, 21 de julio de 2010

EL EGIPTO DE LOS FARAONES



Egipto es una gran loto: el Alto Egipto, la parte meridional, es el tallo, y el delta, el Bajo Egipto, es la flor. Es un territorio que permite que permite el desarrollo de estructuras originales y que, a pesar de invasiones extranjeras e influencias externas, se mantuvo intacto en lo esencial preservando su genio propio.
Egipto es nuestro pasado: nuestras raíces espirituales e intelectuales provienen de él. Los que han hecho de este país una civilización de enterradores, se equivocan. Los faraones, que consideran como uno de sus primeros deberes construir su sepultura, no exaltan la muerte, sino la inmortalidad. Una eternidad en la que se une lo que nosotros llamamos vida y muerte.
El faraón es un ser de luz según los ritos que hablan de una teogamía, fruto de un dios y una mortal, descendiente de los dioses que reinaron en el cielo y en la tierra que recibe la tierra de Egipto a la que debe custodiar como el mas valioso de los tesoros, representa la continuidad enraizada en lo sagrado, no en lo político, la institución faraónica modelaba el espiritu, el alma, la sensibilidad de los antiguos egipcios, daba vida a la sociedad.


El Antiguo Egipto, en su extraordinaria sabiduría, nunca tuvo un libro sagrado, cada gran ciudad tenía su teología particular. No existe nunca separación entre lo espiritual y lo material. La religión egipcia se basa en mitos, símbolos y ritos, los sacerdotes, especialistas en lo sagrado, conservan la vida manipulando la energía divina en los laboratorios de los templos. El superior de todos ellos es el faraón, y uno de los deberes principales del faraón es la construcción, renovación e inicio de los templos, ya que los dioses necesitan una morada en la tierra para ejercer su influencia en la tierra.
Protegido por el dios halcón y portador de coronas llenas de poder, el faraón representa una sintesis de las fuerzas animales, humanas y cósmicas, en su corazón se encuentra Sia, la intuición, en su boca reside Hu, el verbo creador, por ello, el plano de los templos es trazado por él guiandose por las estrellas y constelaciones. No se honraba al individuo, sino al principio.



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